Jamás tuvimos un septiembre o un octubre juntos, pero tu frialdad me dejaba en la cama como después de una tormenta de otoño: respirando tu olor, en una habitación en la que los grados habían bajado hasta hacerme tiritar, de frío y de placer.
Todo era más nítido durante la calma, en la cual me volvía a armar, preparándome para la tormenta final: esa que deja un silencio eterno. Los grados no volverían a bajar. Ni a subir. Y así sucedió.
Seguí buscando, odiando y deseando el frío casi tanto como te odiaba y te buscaba. Ese sexo con rabia, de quien sabe que no podrá repetir, del que no se volverá a hablar. En el que pienso justo antes de cualquier orgasmo, ahogando tu nombre, mirando a otros, evitando recuerdos de tus continuas marcas en mi cuello, mis mordiscos en tus hombros, palabras sucias al oído de las que no quedan ni el eco’
Recuperando escritos viejunos en papeles que se encuentran cuando se hacen mudanza. Este, de 2012. INSTAGRAM.COM/TXKORE