El río había sido su vida. Era el que le había enseñado que todo tiene un ciclo, que no se puede nadar a contracorriente ni luchar contra su fuerza. Pero también había aprendido que siempre se descubrían nuevos hallazgos si te sumergías en él y no sólo mirabas en la superficie. Incluso podías encontrar lo que otra gente ya no quería. Ella era una de esas cosas, yacía en el fondo del río, esperaba su descubrimiento y por nada del mundo iba a intentar nadar contra la corriente. Ya no.